DEUTERONOMIO PARTE III/ EL CÓDIGO DEUTERONÓMICO/ CAPÍTULO 22
Si ves el buey o la oveja de tu hermano extraviados, no te desentiendas; ve a devolvérselos. 2 Si resulta que el dueño no vive cerca o no sabes quién es, encierra el animal en tu corral y tenlo allí hasta que el dueño venga a reclamártelo; entonces se lo devolverás. 3 Lo mismo harás si se trata de su asno, su manto o cualquier cosa que tu hermano haya perdido y que tú encuentres. No te hagas el desentendido. 4 Si ves caídos en el camino el asno o el buey de tu hermano, no te hagas el desentendido; ayúdale a ponerlos en pie. (Deuteronomio 22:1-2)
Desentenderse no significa que no se tiene conciencia del problema, su gravedad o su extensión, quiere decir, más bien, que uno considera que no es su responsabilidad hacer nada al respecto. Mas que ignorar la realidad tiene que ver con eludir la responsabilidad que de la misma pueda derivarse.
Las leyes del Antiguo Testamento advertían acerca de desentenderse de la situación de los animales y hacían responsable a aquel que tenía noticia de la misma ¡Cuánto más eso tiene que hacer extensivo a los seres humanos!
Los seguidores de Jesús no podemos desentendernos del mundo roto y las necesidades que hay a nuestro alrededor. De hecho, la única razón de ser de la iglesia es colaborar con el trabajo redentor de Jesús y este, no consiste únicamente en llevar gente al cielo, sino en hacer que el Reino venga y este universo sea aquello que el Señor pensó y el pecado hizo inviable.
Soy consciente de que todos tenemos nuestras propias cargas, nuestras necesidades, nuestras demandas, nuestro propio dolor, sufrimiento y realidad. Sin embargo, no es menos cierto que somos aliviados de las mismas cuando ayudamos a otros en las suyas.
El llamamiento de la Palabra es a no desentendernos de las necesidades económicas, físicas, emocionales, espirituales, sociales y un etcétera tan largo como queramos hacerlo, porque haciendo ello, cumplimos la ley de Cristo, la ley del amor.
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