EL HERMANO DÉBIL Y EL INTRANSIGENTE

 


Nosotros, los que tenemos una fe bien formada, debemos prescindir de nuestro propio gusto y cargar con las debilidades de los que no la tienen todavía. (Romanos 15:1)

Una buen parte del capítulo 14 y comienzos del 15 los dedica Pablo a darnos orientación acerca de cómo tratar al hermano que no tiene una fe bien formada. Al hermano débil según otras versiones de la Escritura. El apóstol afirma que si consideramos que nuestra fe está bien formada, es madura, nos dará la capacidad de vivir de una manera que sería demasiado para el débil, que podría serle ocasión de caer y, por tanto, nos sugiere que por amor a él simplemente no lo hagamos. 

Pero hemos de hacer una distinción entre el hermano débil y el hermano intransigente, porque ambos son diferentes. El intransigente es aquel que se niega obstinadamente a ceder, a cambiar de opinión o a llegar a un entendimiento, especialmente ante posturas o ideas diferentes a las suyas. Ante este no debemos ceder en nuestra libertad en Cristo. El intransigente es un intolerante que sólo acepta que las cosas sean vistas como él las ve y que trata de imponerlas a los demás.

Creo que ante el hermano débil debemos obrar con el amor que nos lleva fácilmente a renunciar a algo legítimo para ayudarle. Ante el intransigente hemos de plantarnos y recordarle que a libertad hemos sido llamados por Cristo. Diferenciar entre ambos hermanos es fundamental. 




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