ALABANZA CREATIVA

 


Habéis sido rescatados a buen precio; glorificad, pues, a Dios con vuestro cuerpo. (1 Corintios 6:20)

Aquellos que me conocen bien saben de mi aversión a la alabanza. Debo explicarme. Me refiero a esa noción tan extendida en nuestras comunidades que reduce la alabanza -dar gloria y honra al Señor- a lo que sucede el domingo en nuestros lugares de culto -donde Dios, aunque algunos lo crean, no vive- y, fundamental sino exclusivamente a cantar. Así, tenemos cualquier tipo de reunión y, habitualmente, comienza con un tiempo de "alabanza" por la identificación que acabo de hacer.

Pero la alabanza a Dios es mucho más y se sale de los lugares y espacios donde la cultura evangélica se esfuerza por acotarla. Pablo nos insiste una y otra vez en sus epístolas que la alabanza a Dios se lleva a cabo en el contexto de la vida cotidiana y es una actitud que se plasma en la forma en que vivo en lo que hago o dejo de hacer. Aquí, sorprendentemente, el apóstol nos indica que nuestro cuerpo es un instrumento para dar gloria -alabanza- al Señor, y no hace falta ser un exégeta para entender que no se está refiriendo a levantar las manos, dar palmas o danzar en nuestras reuniones. Nos está enseñando que lo que comes o dejas de comer, el descanso, el sueño, el ejercicio, todo ello es un acto de alabanza cuando tomas conciencia de que estás cuidando el templo del Espíritu Santo.

Así pues, alaba al Señor con tu cuerpo el día de hoy.

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