TENTACIÓN



Y es que cuanto hay de malo en el mundo -pasiones carnales, turbios deseos y ostentación orgullosa-, procede del mundo y no del Padre. Pero el mundo y sus pasiones se desvanecen; sólo el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Juan 2:16-17)


Si el pecado no tuviera un cierto atractivo la tentación carecería de sentido. El problema con el pecado es que promete lo que no puede dar; mejor dicho da lo contrario de lo que promete. Cuando Eva miró el fruto prohibido comprobó que era hermoso, delicioso, apetecible. Ciertamente escondía la muerte en su seno, pero cautivaba los sentidos. Creo que miente quien afirme que no siente un determinado grado de atracción por el mundo, es decir, por la alternativa a la cruz que nos ofrece la sociedad en la que vivimos. Si no fuera así ¿Qué sentido tendrían las advertencias de Juan y el resto de los escritores del Nuevo Testamento acerca de la batalla del seguidor de Jesús contra el pecado? ¿Qué sentido tendrían las palabras de Juan cuando afirmó en el primer capítulo que, si decimos que no tenemos pecado nos estamos engañando a nosotros mismos, y además hacemos aparecer a Dios como mentiroso? No hay pecado sin tentación, ni tentación sin atractivo. 

Antes de reaccionar contra mis palabras vale la pena pensar en estas afirmaciones bíblicas y hacer un análisis honesto de nosotros mismos. El apóstol nos advierte que todo lo que el cosmos puede ofrecernos, aparte de los efectos negativos que pueda tener para nuestra vida, pasa, es efímero, no es duradero, no puede -aunque afirme lo contrario- darnos una vida abundante como la que prometió Jesús (Juan 10:10), sin embargo, aquel que hace lo que Dios espera permanece. El dilema de Adán y Eva sigue siendo plenamente actual. Todos debemos escoger entre. "si comes morirás" y, por el contrario: "no morirás, serás como Dios conocedor del bien y del mal".


¿Cómo se plantea este dilema en tu vida cotidiana?

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